Sobre la visita de Gustavo Plaza a La Casita del Yoga. Meditación tántrica, plática y brunch.

Por Sofia Lira

Hace unos meses supe que Gus vendría a Quito en mayo y me latió con fuerza la posibilidad de que mis alumnos, amigos y familia espiritual compartan con él.

Ya antes habíamos conversado de esta posibilidad, pero nunca se había podido ni concretado. Pero esta vez todas las estrellas estuvieron alineadas.

Lo invité para que hagamos un encuentro en mi ‘Casita del Yoga’, el espacio que con mucho cariño adecué para mis clases después de cerrar el estudio Flow Hot Yoga durante la plandemia. 

El “evento” en Casita del Yoga se concretó pocos días antes de que llegara Gus a Quito, y fue muy grato el proceso de armar este compartir; fluyó sin estrés ni trabas, la convocatoria abundante, sobrepasando las expectativas y hasta el propio límite de la sala.

Durante el satsang y meditación recibí mensajes para mi propio corazón, fue en luna llena y hasta nos bendijo con su visita un canario amarillo que sobre voló la sala. 

Un encuentro sincero y mágico que tenía que darse.

La práctica de la Meditación, tántrica como se había mencionado, fue una exploración profunda de nuestras capas del ser, y una purificación energética que incluso dejó señales de sanación en algunos cuerpos, otros en cambio liberando emociones bloquedas y todos encaminados al silencio interior.

Una experiencia entre mística, fascinante y divertida.  La mayoría de los asistentes no conocían a Gustavo, y llegaron por llamados del corazón. 

Dos amigos cercanos me contaron que recibieron respuestas puntuales de temas personales de su vida que ni Gustavo, ni nadie sabía, que nunca habían contado a nadie.

Alguien compartió sobre su experiencia de la meditación y con ella coincidierion otros en que se les habían ido dolores fisicos que acarreaban.  Para mí fue “un antes y un después”. 

Este encuentro especial de domingo concluyó con un delicioso brunch armado entre los que asistieron, y me fui feliz a la casa porque muchas puertas se abrieron.

En el camino del Yoga, a veces nos convertimos en jueces, jueces de la vida y de otros, y lo que es peor jueces de nosostros mismos. Pero, tal como nos transmitió el Gus, el Yoga no está para juzgarnos, sino para conocernos y conociéndonos, amarnos, pues sólo si somos capaces de amarnos a nosotros mismo podremos amar a los demás, al final descifrar de qué va la vida, pues el sentido de la vida lo encontramos en la capacidad de amar y ser amados… y así llegar, más temprano que tarde a la fuente de ese Amor, como sea que lo quieras llamar tú.

Me quedo con el corazón lleno y con ganas de más.

 

¡Nos vemos en el entrenamiento en Agosto!

Sofía Lira.

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