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“La vía espiritual real es un regreso a nuestra propia capacidad de amarnos y amar”.
Todos, de una manera u otra, estamos en busca del amor, queremos amar y ser amados.
Dedicamos nuestra vida a la búsqueda del amor pero de forma desacertada e incorrecta. Vamos en pos de la fama para afirmarnos y validarnos a través del aplauso y la aprobación de otros. Queremos encontrar el amor de pareja para que por medio de esa persona podamos sentirnos amados, deseados y aceptados; queremos el amor de la familia, de parientes o hijos para convertirlos en los responsables incluso de nuestra felicidad, llegando a, de forma egoísta, pretender controlar sus vidas para que cumplan nuestros deseos y necesidades afectivas, y a veces, hasta profesionales (un padre que busca logros de sus hijos para superar sus propias frustraciones). Hay quienes pretenden tener hijos para que, llegado el día, tengan alguien que los cuide cuando sean ancianos. Eso no es amor, eso es un negocio.
Buscamos a través de otras personas tratar de completarnos, de sentir que se nos quiere, que se nos valora, que se nos aprecia, que se nos respeta.
La gran paradoja es que todo eso que buscamos en otros, solamente lo podemos encontrar en nuestro interior. Y solamente encontrándonos en nosotros ese amor, podremos darlo y compartirlo con los demás.
De otra manera, todo lo que hacemos con los demás es tratar de evitar sentir el vacío de la soledad, el miedo al abandono, el temor a la falta. No es amor lo que sentimos, es necesidad, es egoísmo y temor.
Sábelo bien, el amor, el amor de verdad libera, el amor de verdad suelta, el amor de verdad es presencia, bondad y servicio.
Lo que vivimos con los demás muchas veces es una caricatura barata de lo que es realmente el amor.
Cometemos toda clase de acciones incoherentes o desatinadas para tratar de controlar la vida de otros y buscar que ellos nos hagan felices. Difícilmente tomamos conciencia de cuántos disfraces y máscaras utilizamos para evitar ver directamente nuestro vacío y dolor.
La vía espiritual real es un regreso a nuestra propia responsabilidad sobre nuestra felicidad y sobre el descubrimiento de nuestro más íntimo y propio amor.
Cuando amas, eres libre, y alguien que te ama, te libera.
Como decía San Agustín de Hipona: “Ama, y haz lo que quieras”.
Que tus meditaciones sean prósperas.
Con amor,
Arjuna
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