EL PADRECITO
CÉSAR DÁVILA

“Te he buscado, Te he encontrado y Te he sentido en mi propio corazón… aquí en la intimidad de mi Ser, en la augusta soledad de mi mundo interior.”

Padre César Dávila

El Padre César Dávila

Para Gustavo Plaza, conocer al Padre Dávila marcó el retorno a un camino que comenzó mucho tiempo atrás. El camino de la Realización del Ser.

Llegué al Padrecito (como le llamábamos sus discípulos) a temprana edad. A mis escasos 15 años, sentía que la felicidad que ofrecían las fiestas, la diversión y las parejas era efímera y pasajera.

Por otro lado, silenciosas visiones en mi mente y corazón me acercaban de forma sutil a los yoguis y su místico sendero de realización espiritual. Cualquier foto en algún libro, cualquier imagen en un documental, me atraían profundamente, invitándome a la trascendencia de forma vital.

Ese deseo de conocer ese algo más, de conectar con esa esencia de felicidad y vida interior, me llevó al encuentro con el Padre Dávila.

Padre César Dávila
Cardenal Pablo Muñoz y el Padre César Dávila
El Padre Dávila junto al Cardenal Pablo Muñoz Vega.
Padre Cesar Davila
Junto a Lamas Tibetanos en sus viajes por el Oriente.
Padre César Dávila y Swami Veda
Con su dilecto amigo Swami Veda Bharathi (Pandith Usharbud Arya).

El Padre Dávila entra en contacto con el yoga

El Padre Dávila (1910-1999) fue un sacerdote católico, doctor en Sagrada Teología y, al mismo tiempo, un maestro de yoga, un incansable mensajero de la meditación como vía para el contacto con Dios.

Nació en Patate (Tungurahua, Ecuador) el 1 de Noviembre de 1910 y se ordenó sacerdote el 29 de Junio de 1934. Obtuvo su Doctorado en Teología Dogmática en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

Luego de un profundo vacío espiritual por falta de la experiencia interna de Dios, el Padre Dávila tuvo un contacto providencial con un yogui de la India que estaba de visita en el Ecuador.

Este yogui, Pandit Sri Bhek Pati Sinha, seguidor del mensaje de Mahatma Gandhi, introdujo al Padre Dávila en las prácticas del más puro Hatha-Yoga y Radja-Yoga, y le enseñó el arte de la meditación, que serían la guía al despertar de su nueva vida interior. Así, el Padre Dávila se entregó a la vivencia y práctica de las enseñanzas de los Grandes Maestros de Oriente, de forma especial de Paramahansa Yogananda.

La Asociación Escuela de Auto-Realización

AEA

En 1972, luego de años de estudio, práctica y sadhana constante, el Padre Dávila funda la Asociación Escuela de Auto-Realización como un medio para compartir con sus hermanos este despertar a la vida interior a través de la Meditación.

Su desarrollo psíquico era notable, tanto que muchos lo consideraban un gran mentalista. Pero era su amor a Dios, su silencio interior y su serenidad lo que lo convertían en un auténtico guía espiritual. Como sacerdote siempre fue fiel a la Iglesia, haciendo que su escuela de meditación fuera reconocida por ella, pero nunca criticó otra religión o desechó personas por ser de otro credo. Fundó su escuela como una entidad no lucrativa y no sectaria que permitía que cualquier persona de cualquier credo pudiera acercarse a las enseñanzas del Yoga y la meditación.

Publicó varios libros, como Palabra Eterna, Guía al Infinito, Las Llaves de Tu Reino (Concentración y Meditación), Mi Hermana la Muerte, entre otros.

Era un hombre extraordinario, de una presencia poderosa y una firmeza única. Su conocimiento intelectual era sólo superado por su vivencia espiritual. Era un auténtico hombre de Dios.

La relación maestro-discípulo

Desde el instante en que lo conocí, el Padre Dávila tuvo en mí un efecto magnético. No importaba cuánto yo rechazara la religión católica, su guía era fuente de descanso para mi frenética mente y turbado espíritu. Aun cuando el Padre Dávila nos compartía pláticas y practicábamos Yoga y meditación, el entrenamiento que me dio siempre fue en lo cotidiano. La forma clásica en que los maestros enseñaban a sus discípulos en el Oriente.

Nuestra relación maestro-discípulo se desarrollaba principalmente en retiros en la playa, o en el ashram en las montañas donde él pasaba momentos de interiorización, en visitas que hacía a nuestro Centro de Yoga de la Asociación Escuela de Auto-Realización en Guayaquil (Ecuador),  en visitas que le hacía yo a su casa en Quito. En cartas y llamadas telefónicas. Y por supuesto, en su guía interior en la diaria práctica. Siempre fue claro en señalar que él era solo un instrumento, nada más. Que el trabajo era de Dios. Nunca me dijo: “Yo soy tu maestro” o cosa parecida, jamás le dije: “Soy tu discípulo”. Era más bien algo natural, sin presiones, ni obligaciones complicadas más que tratar de practicar diariamente los métodos que él había comprobado para obtener la realización divina.

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¿Era un iluminado? ¿Un ser realizado? Para mí, sí lo era. Pero tenía esa iluminación de la mente clara y el corazón bondadoso. Esa realización de ser realmente humano, con sus virtudes y defectos, con su sonrisa y su severidad cuando era necesaria. Sincero, franco, humilde, pero fuerte, firme y de carácter. Nunca lo vi encorvado, ni aun en su avanzada edad. Su ejemplo de práctica sostenida es, hasta hoy, mi fuente de inspiración. Nunca criticó mi desarrollo o mis prácticas espirituales, pero mis modales, costumbres, mi dispersión, puntos de vista y, sobre todo, mi ego fueron aplastados para rectificarlos y transformarme en un ser humano decente.

En su último año de vida, sentados en su casa en Quito, me dijo una vez: “Sigue con tus prácticas, sigue adelante, no te preocupes. El día vendrá cuando tu madurez natural haya llegado y los frutos que habrás recogido serán tan grandes que sabrás valorar lo que has recibido. Sigue con tus prácticas que ese día llegará y tu madurez traerá ese desarrollo espiritual que busca el ser humano”.

Mi gratitud eterna a los pies del Padrecito Dávila, su guía y luz en mi vida será algo que nunca podré pagar.

 

Más información de la Escuela de Auto-realización en la web: aea-yoga.org

Nota: Parte de este texto ha sido tomado de una entrevista realizada a Gustavo Plaza por Yogaenred.com / Para leer entrevista completa: click aquí