Dime cómo es tu mente y te diré cómo es tu vida

“Vivimos tiempos convulsos, vivimos tiempos difíciles”. Son palabras que escuchamos siempre. Pero yo te pregunto ¿cuándo no hemos vivido tiempos difíciles?

Ahora mismo se nos insiste, a través de los medios de prensa, de la ameza de la guerra entre Ucrania y Rusia, como si de repente el mundo vivía en paz y ahora, de la nada, llegó una guerra.

Hay países que están en guerras y conflictos bélicos desde que yo tengo uso de razón.

Pido disculpas por lo que voy a decir y que puede herir susceptibilidades, sobre todo si vivimos la “realidad” que nos regalan los medios de comunicación que favorecen a grupos de poder económico y político.

Todo esto es una gran farsa llena de hipocresías. Vivimos engañados, y no solamente por la ilusión cósmica (maya), sino por quienes llamamos los líderes y gobernantes.

Esto no es desconocer ni negar que hay una guerra que está cobrando vidas inocentes y que todo esto trae dolor y sufrimiento a miles de almas inocentes. Pero ¿y Yemen? por poner sólo un ejemplo, sin citar una decena de países más.

Pero esto ha sido la historia de la humanidad, en todos los tiempos y en todas las épocas. Unas más, otras menos.

Y más allá de esas ¿las tragedias personales de cada familia, de cada ser humano que tiene que lidiar con sus propias problemáticas personales sumada a la problemática colectiva según su realidad única de tiempo, lugar y circunstancia?

Pero sea donde sea que estemos, en la situación en la que estemos será nuestra vida interior y nuestra mente las que van a determinar nuestra realidad.

Al final hay quienes sin guerras, sin hambrunas, sin enfermedades catastróficas y desde la comodidad de su sofá dicen: “es que la llevo fatal” y se hunden en un mar de llanto y depresión porque su compañera de trabajo no le dio “like” a una foto suya en instagram.

Sin embargo, hay ahora mismo niños en Medio Oriente, en países en guerra riendo mientras juegan a la pelota y agradecidos por el pan que su madre ha hecho para el almuerzo de ese día (la única comida de ese día).

La vida me ha llevado a conocer, de forma cercana, distintas realidades, desde situaciones de pobreza y hambre, hasta tragedias como pérdidas familiares y violaciones.

He podido palpar cómo a pesar de que esas personas han estado expuestas a tanta dificultad han logrado salir adelante gracias a que su mente y corazón estaban teñidas de gratitud y esperanza.

Puede venir por la fe, la religión, por una disciplina espiritual, o por una educación desde el amor y el compromiso, las cuales nos llenan de propósito y sentido.

Viktor Frankl, psiquiatra y filósofo austríaco, quien como sabemos vivió en carne propia las atrocidades del holocausto en campos de concentración en Auschwitz y Dachau (situación que sobrevivió y superó de forma estoíca) escribió en su libro “El hombre en busca de sentido”:

“El hombre puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las más terribles circunstancias de tensión psíquica y física” y que “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino”.

Al final del día, cuando comprendes que no puedes cambiar una situación, realizas que el único que puede y debe cambiar eres tú. Y sobre todo, debe cambiar tu actitud y tu mente.

Somos nosotros los únicos responsables de vivir vidas con propósito, decisión, gratitud y asombro.

Si encuentras que en tu vida cotidiana sólo pasas quejándote y reclamando, entonces estás muy, pero muy lejos de la gratitud.

Hay un dicho que dice que si “en la vida uno es agradecido, la vida te dará más cosas por las cuales agradecer. Pero si en tu vida eres amargado y mal agradecido, la vida te dará más cosas por las cuáles amargarte y quejarte”.

Eres tú quién puede hacer de su mente un valle de flores o un estercolero.

 

Con amor,

Arjuna

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