Sabiduría sobre el propósito y etapas de la vida.

Varios años atrás, en la ciudad santa de Vrindaban, paseaba en uno de los bellos y singulares santuarios del área de Goverdhan, la legendaria y sagrada colina. Era una mañana soleada, quizá al rededor de las 10 AM.

Mientras caminaba practicando mi Japa (meditación con rosario) vi a un particular Sadhu.

Estaba sentado en asana del semi-loto, su postura erecta pero relajada, su barba gris, abundante, bien cuidada; su pelo plateado, su ropa blanca impecable, con un chal café que lo cubría del frío invernal. Tenía porte de sabio y sus movimientos eran contemplativamente elegantes.

Con sus lentes puestos leía en sosiego, tenía junto con él varios textos. Era claro que estaba sumergido en su estudio espiritual.

Me acerqué respetuosamente y le pregunté su nombre y si podía dialogar con él. Con mucha gentileza me invitó a sentarme a su lado.

Se llama Jaidev, y su residencia está en Lucknow, a unos 400 kilómetros de Vrindaban. Había venido a pasar unos días de retiro espiritual, su guru vivía en un pequeño templo en Vrindaban.

El año pasado – me comentó – mi esposa y yo entramos en la etapa de vanaprastha, nuestros hijos están grandes, mi hijo mayor es ahora quien se encarga de las finanzas de la casa. Trabajé por varios años para desarrollar un próspero negocio de calzado, ahora he dejado todo en manos de mis hijos. Y siguiendo las enseñanzas yóguicas y los ideales espirituales hemos simplificado nuestra vida para entregarnos con mayor intensidad a la búsqueda
interior.”

Estaba dedicado al estudio del Bhagavata Purana y a la Meditación.

“Ahora – dijo – estoy meditando en el Bhagavata Purana, es un estudio para toda la vida. Vine a Vrindaban para intensificar mi meditación y pasar unos días junto a mi guru. Mi esposa tuvo que quedarse en casa, tenía un compromiso con su hermana. Pero ella es muy devota.”

Las escrituras de la India delinean las distintas etapas vitales desde el entendimiento de que el propósito de la vida es la iluminación espiritual.
Las 4 ashramas (etapas de la vida): brahmachary, grihastra, vanaprastha y sanyassi son una escalera progresiva que nos elevan en este propósito superior.

Todos los seres buscamos ser felices, todos queremos ser felices. Con justicia podemos afirmar que el propósito de la vida es ser feliz.

Sin embargo se confunde la felicidad con posesiones materiales, con la gratificación de los sentidos, con entretenimiento y distracción.

Solemos pensar: “cuando logre el éxito en este negocio voy a ser feliz”, “cuando tenga mi primer millón de euros seré feliz”, “cuando me case seré feliz,” “cuando tenga mis hijos seré feliz”, “cuando obtenga mi título profesional seré feliz”, y así sucesivamente.

Creemos que la felicidad la podemos obtener en objetos materiales, en relaciones o en experiencias. Pero la vida de cientos de personas con éxitos financieros, millonarios, personas con mucha fama, familia y amigos que tarde o temprano se dan cuenta que no son felices y que sus vidas son vacías y sin sentido nos reafirman que la verdadera felicidad solamente se encuentra en nuestro interior.

Nuestra verdadera felicidad es espiritual, es un estado interior donde reconocemos nuestra auténtica naturaleza como Atma (espíritu) y nuestra relación con el Dios, el Supremo.  Por eso sólo podemos ser felices cuando descubrimos esa realidad interior.

En el Katha Upanishad, una de las antiguas sagradas escrituras de la India, donde Yama, el Dios de la Muerte, dialoga con Nachiketa a quien comienza a instruir como su discípulo, este último le pedirá conocer el secreto de la vida y la muerte, conocer el misterio detrás de la existencia humana.

Yama trata de evadir esta interrogante de Nachiketa y le ofrece toda clase de riquezas y placeres del mundo pero Nachiketa responde:

“Estas cosas son efímeras, perecederas, de limitada y corta duración, oh Yama, puesto que su fuerza nace de los sentidos. Incluso la vida más larga es breve. Quédate, pues, con tus riquezas, con tus placeres, con tus caballos y tus danzas. Ningún hombre es feliz por la riqueza. ¿Acaso poseeremos riquezas cuando te tengamos que ver, oh Señor de la Muerte?”

Complacido con la respuesta clara y firme de su discípulo, Yama, en su papel de maestro le contesta a Nachiketa:

“Existe el camino de la dicha y existe el camino del placer. Ambos atraen al alma. Quien sigue el primero, llega al bien; quien sigue al placer, no alcanza el Final.

Los dos caminos se abren frente al hombre. Cavilando sobre ellos, el hombre sabio escoge el camino de la dicha; el necio toma el camino del placer. Tú, Nachiketa, has cavilado sobre los placeres y los has rechazado. No has aceptado esa cadena de posesiones con la que los hombres se atan y bajo la cual se hunden.

Cuando el sabio deja reposar su mente en contemplación de nuestro Dios más allá del tiempo, el cual mora invisiblemente en el misterio de las cosas y en el corazón del hombre, entonces se eleva por encima de placeres y pesar.”

Cuando entendemos que el propósito de la vida es la Iluminación y que esa revelación interna es lo único que nos pueda hacer felices, la vida se vive desde otra perspectiva.

Ya no es una vida para ser solamente disfrutada y gastada, sino para elevarnos hacia ese propósito de expansión, crecimiento y desarrollo interior. Las etapas de la vida, tal como se trazan en la sabiduría védica, comienzan con la fase de Brahmacharya, donde siendo niño, uno va a vivir con su maestro espiritual, tradicionalmente a su ashram de residencia en el bosque.

En la residencia del maestro se compartía todo tipo de enseñanza edificante para la vida y que aportaba al desarrollo del ser humano en la sociedad, pero sobre todo, se recibía la iniciación a la práctica del yoga, la meditación, pranayama, mantra, el estudio de la conciencia y el entendimiento del propósito de la vida como un camino a la Liberación.

Habiéndose preparado para la vida y comprendiendo el supremo propósito de esta existencia humana, el joven adulto pasaba a su siguiente etapa, Grihastra, donde como hombre casado formaba una familia, disfrutando los placeres de la vida, al igual que sufriendo las decepciones de la misma. Por cada alegría en este mundo se tiene también una tristeza.

Durante esta etapa, hombre y mujer, ven crecer a sus hijos, crean y generan abundancia que también mueve a la sociedad y disfrutan de los placeres y dichas del mundo sensorial, como parte de una etapa de aprendizaje y aporte a la sociedad y el mundo, pero siempre entendida en el marco y contexto de un sendero a la Liberación.

Cuando los hijos crecen, uno debe buscar la forma de simplificar la vida y sus necesidades para poder dedicar más tiempo a la busqueda espiritual, al sadhana, a la práctica, a la autoindagación, al autoconocimiento, a la búsqueda del amor divino. Esto es la etapa de Vanprastha, la cual podríamos equiparar con la “jubilación”.

Ahora uno entiende que el tiempo apremia, que la vida no es para siempre y que sí queremos encontrar a Dios, la fuente de la verdadera felicidad, hay que tomar con responsabilidad y compromiso nuestra sadhana, práctica espiritual. Llegado el momento, habiendo transcedidos los apegos, purificado sus afectos y elevando el fuego ardiente de la devoción la persona se retiraba a los bosques, a los Himalayas o a un ashram para vivir una vida de desapego y contemplación. Es entonces cuando se toman los votos de Sannyasi, renunciante. Un alma auténticamente libre.

Las 2 primeras etapas de vida (brahmachary y grihastra) de forma directa o indirecta las conocemos en occidente, hasta cierto punto, pero vanaprastha y sannyasin son nulas, inexistentes y hasta temidas. Esto incluso en la India moderna tan influenciada por el mundo occidental.

“Yo tengo algunos amigos de mi edad (tiene 62 años) – me cuenta Jaidev – que están tan apegados a sus sentidos, a su ego, sus posesiones, sus miedos, frustraciones, y todo lo demás que no solamente no son capaces de transitar a la siguiente etapa de la vida, sino que evitan que los hijos puedan tomar la responsabilidad que a ellos les toca. Y para los hijos es frustrante, hasta humillante.”

“Quieren controlar todo – continúa– , controlar la vida de sus hijos, de sus nietos. Supuestamente les dejan los negocios en manos de ellos pero en ningún momento les permiten trabajar en paz, opinan y deciden sobre todo. Quieren controlar todo. No quieren renunciar a la ilusión del control. Siguen pensando que son ellos los que controlan. Pero Yama, el emisario de la muerte, llegará y les hará darse cuenta que nada está bajo su control. Cuando la muerte toque a sus puertas estarán tan aferrados que el paso al otro plano será aterrador y perturbador.”

Pienso en lo opuesto de esta visión en Occidente, ahora se dice “los 40s son los nuevos 20s” incluso en los supuestos círculos de Yoga.

Ciertamente las personas están más preocupadas de su salud, de su bienestar de lo que lo estaban décadas atrás. Ahora hacen ejercicio regular, se cuidan en sus dietas, se hacen masajes, se van a spas, etc. pero el enfoque no es preservar el cuerpo sano para la búsqueda espiritual, sino tener un cuerpo que me permita seguir disfrutando de mis sentidos, del sexo, del goce material, de las actividades que me gustan. Hay ese frenesí por tener una “juventud eterna”.

Estamos llenos de apegos e ideas equivocadas.

Y esta presión por la “juventud eterna” es mucho más fuerte sobre las mujeres. Las cirugías, el botox, labios carnosos y caras que parecen de plástico se han vuelto la norma.

Consideramos a la vejez como algo negativo, las arrugas son algo a evitar, y el cabello gris, algo a esconder.

En la tradición de los Yoguis las canas son símbolo de sabiduría. Los ancianos, los sabios son aprecidados y reverenciados.

Pero hoy muchos adultos mayores (y digo esto con pena) son gente apegada a sus sentidos, a su malos hábitos, viviendo de sus éxitos del pasado, y al no haber cultivado su mente y haber trabajado su purificación emocional tornan sus relaciones en vínculos tóxicos, relaciones controladoras, muchas veces desde el papel de víctima o victimario. Tal como Jaidev me comentaba de sus amigos.

“La meta de la vida es Krishna (Dios) – concluye Jaidev -, o si quieres para tu mente occidental, la meta de la vida es la iuminación. Eso suena más a un logro desde el ego (se ríe cuando me dice esto).

“Mientras sigamos apegados – concluye – a nuestros sentidos, mientras sigamos apegados a nuestro ego y no seamos capaces de confiar y rendirnos al Señor todo lo que hagamos será en vano. Seguiremos atrapados en la ilusión.”

Sus reflexiones han creado un fuerte impacto. Es como si un velo se descorriera para un nuevo momento de mi camino espiritual.

Le agradezco sus palabras y el haber compartido conmigo algo de su sabiduría.

Jai Sri Radhe,
Arjuna

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